LA PLAZA DE MACRI: EL ARIETE CULTURAL PARA LA RADICALIZACIÓN LIBERAL


CRONISTA -Qué le gusta de Macri
MANIFESTANE -Es sincero…por lo menos tiene guita y no creo que venga a robar
C -Cuáles fueron las tres mejores medidas de Macri
M -Sacar el cepo, nos dio libertad. Antes vivíamos en un país ficticio donde pusieron el consumo (sic) con emisión monetaria. Decime: en 12 años ¿qué trabajo genuino se hizo (sic)? ¡¡Todo gasssto público, todo gasssto público!! Soy profesional de la salud y laburo por 40 mangos la consulta y en diciembre me jubilé por la mínima; durante 12 años, el 44% de lo que ganaba se lo dejé al Estado. Estoy cansada de pagar y pagar. Espero que ahora cambie.

El diálogo entre el ocasional cronista y el manifestante se produce en medio de una masiva movilización a Plaza de Mayo para respaldar la gestión del presidente Mauricio Macri.

El ida y vuelta da cuenta del marcado carácter ideológico de la disputa que atraviesa la sociedad. Y al mismo tiempo, es posible visibilizar allí las características conceptuales en torno a las cuales el macrismo está decidido a montar el clivaje para enfrentar no solo las próximas elecciones, sino el futuro del proyecto político y cultural que encabeza el presidente.

La escena conforma, además, una síntesis de la movilización: para Marcos Peña, jefe de ministros 2.0, es la comprobación fáctica de la viralización e instalación del mito de gobierno que despliega a diario desde las redes sociales, en tándem con algunas de las corporaciones de medios más importantes. Es que si una “profesional de la salud” recientemente jubilada “con la mínima”, es interpelada por el relato gubernamental que sostiene un programa económico que, hasta ahora, beneficia esencialmente al bloque de clase dominante -cerealeras, supermercadistas, terratenientes, sector financiero, contratistas amigos- y no precisamente a los profesionales de clase media, pues entonces el macrismo todavía dispone de campo fértil donde construir y, sobre todo, ostentar legitimidad popular.

Evidentemente, hay mucho de lo que hace este gobierno en términos de debate cultural que es, por lo menos, efectivo.

La mujer entrevistada en la plaza podría constituir un ejemplo paradigmático del sujeto social conquistado por el relato de Cambiemos durante la campaña y en los primeros quince meses de gestión. Porque el sujeto primario, ese que constituye el núcleo duro que viene del macrismo puro, posee características diferentes: marcada satisfacción del nivel de vida que lleva y del lugar que ocupa en una supuesta escala social, consciente y a gusto con esas asimetrías y generalmente inmune a las oscilaciones macroeconómicas.

Pero esa mujer, de inconsistente aunque convencido discurso, expresa al nuevo sujeto social que legitima el programa de Cambiemos. Y, al mismo tiempo, expresa la certeza que anima la radicalización ideológica en términos discursivos y de práctica política que ensaya el macrismo desde hace varias semanas. Una simplificación posible en términos de Twitter: no somos solo los chetos de las grandes ciudades o los gringos montados en 4×4 del interior.

En ese sentido, y en función de algunos hechos ocurridos la semana pasada -nuevo incremento en la tarifa del gas y la parodia de la negociación con los docentes en la provincia de Buenos Aires, resulta verosímil imaginar una continuidad y/o profundización del ajuste en tanto único camino hacia el santo grial neoliberal, que es la baja del costo laboral. Es sabido que en la literatura política que respalda la ortodoxia liberal, la reducción del salario costo laboral es la condición de posibilidad para la llegada de inversiones foráneas que representan lo que Macri suele caracterizar como “trabajo genuino y de calidad”.

Resulta al menos incongruente esperar que el trabajo genuino sea consecuencia de la erosión de las condiciones del trabajador.

GANAR LA CALLE DESDE FACEBOOK, “SIN CHORIZOS NI COLECTIVOS”

La movilización no sólo fue amplificada por algunas cadenas de noticias, sino que además la transmisión aportó densidad conceptual: cámaras en lugares estratégicos, planos adecuados, entrevistados “de a pie” pautados con anterioridad. Una “aparateada” con el aparato entre bambalinas. Esta condición -confluencia del gobierno y medios para la construcción simbólica- no necesariamente deslegitima la plaza de Macri, pero hace evidente la alianza electoral entre estos actores.

Hay que reconocerle el atributo de la valentía a Marcos Peña. Algunos lo definirán como temerario y hasta incluso inconsciente. Pero a la luz de los hechos, Marquitos puede pararse de manos ante el más pulenta: es él quien motorizó subterráneamente el #1A a partir del enorme entramado de activismo y recursos montado en redes sociales.

Hay un trabajo muy fino y complejo que es necesario realizar para poner en marcha este tipo de convocatorias: las cuentas falsas en redes sociales son miles, es cierto, pero fueron puestas a trabajar en sentido de la necesidad política, de un mito de gobierno y de la interpretación de la comunicación en redes sociales como una herramienta política estratégica. De esta forma se logró cohesionar y poner en la mismísima plaza de mayo a decenas de miles de personas que le aportan legitimidad al curso de la gestión, al programa económico y a la batalla cultural que promueve el macrismo. Al menos por ahora.

Una aclaración antes de continuar: no intenta el artículo convertirse en una justificación del método. Es una descripción y una puesta en valor de su importancia.

Peña, entonces, se ubica como el actor central de un hito fundacional del macrismo: la primera plaza, multitudinaria y política, del presidente empresario. Fue el jefe de Gabinete quien expresó la certeza de que era posible –y necesario, además- disputar la primacía del espacio público, una dimensión que históricamente le pertenece al peronismo o al campo popular, y que el propio macrismo siempre soslayó e, incluso, estigmatizó.

La alegría y el alivio que expresó el exjefe de gobierno porteño en Instagram apenas finalizada la movilización, dan cuenta de la importancia vital del hecho político. Y desmiente, rotundamente, el carácter de “auto convocatoria” que el gobierno le había imprimido en la previa al #1A.

QUÉ EMOCIONANTE LO QUE ACABA DE PASAR

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Es que además de Peña y la gestión en redes sociales, el #1A fue producto de una prolija planificación del entramado político para la movilización subterránea, que incluyó a Rogelio Frigerio, María Eugenia Vidal y Horacio Rodríguez Larreta.

La gobernadora y el alcalde porteño, con la coordinación territorial de Frigerio, aportaron cientos de militantes que tenían asignadas funciones y lugares específicos en la plaza. Sin pecheras ni banderas, los macristas rentados ofrecían una especie de brújula política a los manifestantes “espontáneos”: aportarle el sentido correcto a los cantitos y las consignas era su labor. Incluso, fue posible notar la presencia de jóvenes militantes del Pro CABA cuya función era contener los espasmódicos ataques de ira de los manifestantes ante preguntas incómodas de los cronistas e, incluso, de moderar las consignas más reaccionarias o ultramontanas. La idea era canalizar la movilización por cauces republicanos.

LEGITIMARSE… ¿PARA QUÉ?

La “aparateada” no le resta legitimidad a la movilización que, efectivamente, fue en respaldo del presidente. Pero es necesario deconstruir el verso de la espontaneidad. Está claro que la supuesta ausencia de organización colectiva, es el mito sobre el que se asienta la identidad de Cambiemos en relación a los ciudadanos y el espacio público. Desde allí pretenden azuzar la grieta que los separa de los choripanes y los colectivos; del peronismo kirchnerista; del sindicalismo. En síntesis, de cualquier expresión de organización popular que ubica en “la calle” el terreno donde se saldan varias de las tensiones constitutivas de la democracia capitalista.

Lo que queda en evidencia tras el #1A es que Cambiemos también necesita “copar la calle” como fuente de legitimidad y organizarse para lograrlo. La diferencia con el kirchnerismo, en todo caso, es el método, la experiencia estética, la construcción del mito y la honestidad intelectual.

Pero lo más importante y lo más opaco del #1A gira en torno a las legitimidades.
Macri y su gobierno atraviesan un lapso de plena radicalización: al endurecimiento del discurso público y la gestión confrontativa de las instancias institucionales (negación de la paritaria nacional, ley antipiquetes) ahora suma la voluntad de disputarle «la calle» a la oposición, especialmente al peronismo kirchnerista.

Además, en el marco de una coyuntura regional atravesada por la escalada de la conflictividad institucional (Venezuela y Paraguay), el gobierno de Macri gastó decenas de miles de millones de pesos en armamento militar, que incluso se ocupa de visibilizar de manera oficial y paraoficial.

Este endurecimiento del discurso público, sumado a la radicalización ideológica –que se expresa en la obstinación de “negociar” salarios de por sí bajos en función de una proyección de inflación inverosímil (17%) y de una certeza ontológica: reducción del “costo laboral”- y finalmente la disputa de la calle para generar legitimidad de origen, son elementos que configuran un escenario complejo e imprevisible. En esa coyuntura surgen varias preguntas: ¿hacia qué dirección avanza el programa de Cambiemos que se vio obligado a mostrar una legitimidad que, hasta hace 5 minutos, despreciaba o criminalizaba? ¿Se trata de una necesidad meramente electoral o las razones abrevan en demandas estratégicas de otra naturaleza? ¿De qué habla Macri cuando habla de terrorismo? ¿Para qué necesita tantas armas?

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