El 41% de los rionegrinos afirma que el Estado «le hace la vida más difícil» según una encuesta de la consultora PezKoi en la que participaron 1604 ciudadanos de 20 ciudades de la provincia. Sin embargo, el 95% de los encuestados acordó con el concepto de un Estado presente y más eficiente a través de sus servicios y prestaciones. Esa idea duplicó en legitimidad a su visión antagonista: el Estado debe achicarse a la mínima expresión posible. ¿Cómo se explica entonces que Javier Milei, el outsider que viene a reventar el Estado tal cual se conoce, haya arrasado en las PASO (39%) y su proyección para la elección general lo ubica encima de los 40 puntos? Otro dato de la encuesta de PezKoi sirve para clarificar la aparente contradicción: el bajísimo nivel de confianza en los políticos y el sistema. En una escala de 1-10, los rionegrinos se ubicaron en 3 (NADA o MUY POCA confianza en los representantes). No se trata de una contradicción. Se trata de la cruel realidad de una sociedad atravesada por un ciclo económico lapidario para sus aspiraciones, que desemboca en el desamor y la incredulidad hacia su clase dirigente. Se trata de un laberinto en los términos de Jorge Luis Borges…
La elección de este domingo revienta los parámetros políticos que encorsetaron las contiendas electorales de la última década: se terminó (al menos por ahora) el bicoalicionismo. Eso que se denominó en los términos de Twitter como «la Grieta«. Incluso parece rediscutirse en este proceso alguno de los fundamentos que sostienen el sistema democrático desde hace más de 40 años, como la visión sobre el carácter genocida de la última dictadura militar.
La irrupción de una alternativa anarcocapitalista que logró conectar transversalmente con las pulsiones y los anhelos truncos de una sociedad que desde hace más de una década viene perdiendo poder adquisitivo, puso en evidencia cuál es el nudo gordiano de este quilombo: la DESCONEXIÓN entre REPRESENTANTES y REPRESENTADOS.
Desde hace mucho tiempo macristas y kirchneristas se pelean por cosas que cada vez tienen menos que ver con la gente pero demasiado que ver con los intereses corporativos del sistema. ¿Casta?
Hay algo que no funciona: si un outsider sin experiencia política ni respaldo práctico a sus filosóficas ideas sobre la economía logra erigirse como la primera minoría nacional en el país del peronismo, alimentado esencialmente por grandilocuencias recortadas para TikTok, una novia falsa, desvaríos místicos, motosierras y la promesa de una dolarización fratricida, entonces quiere decir que aquellos que estuvieron en la primera línea del sistema en los últimos 10 años, ESTUVIERON EN CUALQUIERA.

Porque el drama de la gente es la FALTA DE RESPUESTAS de aquellos que son elegidos para dar respuestas.
Un trabajo de la consultora PezKoi certifica esa afirmación. En una encuesta en la que participaron 1604 rionegrinos de 20 ciudades diferentes, el 41.5% sostuvo que el Estado «le hace la vida más difícil». Sin embargo, a la hora de elegir una definición sobre el concepto y el rol del Estado, el 95.9% acordó con la idea de pedir más «eficiencia para mejorar las prestaciones y servicios que brinda». Esa mirada conforma una enorme mayoría que se impone con holgura a su idea antagónica: el Estado debe achicarse a su mínima expresión. Apenas (¿apenas?) el 44.8% afirmó estar «muy de acuerdo» con esa idea.
La gente necesita y pide MEJOR ESTADO. Pero ante la persistencia de las malas administraciones, surge la conexión con una opción que propone explícitamente reventar algunas de las funciones básicas del Estado que permitieron el desarrollo vital de varias generaciones.
¿CONTRADICCIÓN?
Surge entonces una aparente contradicción: para mejorar las prestaciones del Estado, voto al que promete reventar el Estado.
Si la mirada es lineal, claro que es una contradicción. Pero si pensamos dos segundos y tenemos en cuenta el larguísimo ciclo económico de erosión del bolsillo del laburante y además analizamos la polisemia de las ideas fuerzas del libertarismo («casta» y «dolarización») la cosa se pone bien compleja.
Porque la opción Milei casi que se trata de una candidatura a la carta: cada uno puede interpretar lo que quiera del concepto «casta». ¿Quiénes y por qué son «casta»? Ni siquiera el propio economista es explícito en ese punto. Más aún: es conscientemente ambiguo al respecto. Y la dolarización, en el país de la inflación, puede significar para muchos estabilidad y esperanza.
DESAMOR
Hay un dato que surge de la encuesta y que quizás permita clarificar esta complejidad kafkiana: la gente NO TIENE CONFIANZA EN LOS POLÍTICOS. Los ciudadanos ya casi no encuentran en sus representantes argumentos para seguir creyendo en ese vínculo. El trabajo realizado por la consultora PezKoi indagó sobre el nivel de confianza en los políticos y en el sistema político. En una escala de valores de 1-10 en la que 1 es igual a NADA DE CONFIANZA y 10 es igual a MUCHA CONFIANZA, los rionegrinos si ubicaron en 3. Es decir, que los ciudadanos de la provincia de Río Negro no tienen o tienen muy poca confianza en sus representantes.
Por eso la opción Milei, el outsider que viene a terminar con la «casta», es la más potable para los rionegrinos al mismo tiempo que el Estado con sus servicios y prestaciones preserva una alta legitimidad (eso sí, con la exigencia de mejorar su eficiencia).
No, no se trata de una contradicción. Se trata de la cruel realidad de una sociedad atravesada por el desamor y la incredulidad hacia su clase dirigente. Se trata de un laberinto pero en los términos de Jorge Luis Borges: el sujeto (la sociedad, todos nosotros) no está mirando el laberinto desde afuera adivinando o conjeturando sobre el camino ideal. Por el contrario está adentro del laberinto encerrado en un loop continuo por la eternidad. Es parte del problema y también de la solución. Y Milei es simplemente una herramienta para seguir dando pasos hacia algún destino posible ante la ausencia de otras opciones o, más precisamente, ante la viscosa persistencia de opciones que ya no pueden generar confianza ni esperanza.